Alternativas al capitalismo devorador: la economía solidaria

Frente a las exclusiones que propicia el capitalismo más devorador, surgen algunas modalidades alternativas: la economía solidaria parece ser una puesta en valor de ideales no individualistas. La  médula espinal de la economía solidaria resulta ser el fortalecimiento de los lazos comunitarios, la socialización de las amenazas para reconvertirlas en fortalezas así como el trabajo en común y la confianza emprendedora de los menos privilegiados del sistema. Para algunos cambiar los hábitos de trabajo individual puede llegar a ser complejo, pero al ver las grandes ventajas de esta modalidad, los seres humanos debemos ser coherentes con el mundo que deseamos para otras generaciones, un planeta habitable.

Desde principios del siglo pasado, alrededor del mundo se configuraron agrupaciones que postulaban alternativas a los modelos de capitalismo tradicional, donde los trabajadores al mismo tiempo eran dueños –o bien alternativas donde los obreros tomaban parte de las decisiones de la compañía–, por ejemplo las cooperativas o mutuales. Diferenciadas de los sindicatos, cuya función original es defender a los trabajadores de las injusticias patronales, estas iniciativas se han tratado más bien de medios de producción comunes.

Afortunadamente ha pasado un siglo y este tipo de expresiones continúa desarrollandose, poniendo como eje al ser humano y al cosmos, y no únicamente a las utilidades. Además, representan un recordatorio de que el capitalismo debe reconsiderarse.

Neoliberalismo.

El liberalismo, como su nombre lo indica, tiene por máxima la libertad del hombre. Pero esta llegó a un extremo ortodoxo en el ámbito económico: el neoliberalismo. Este ha permitido que empresas adquieran un poder incluso mayor al del estado –hoy las grandes corporaciones, gracias a su monumental riqueza, controlan innumerables agendas políticas mediante cabildeo y presión financiera.

Desde la década de los ochentas, el neoliberalismo ha promovido tres grandes ejes: privatizar las empresas públicas, liberalizar el comercio y las finanzas, y estabilizar la moneda y la inflación. Lo anterior convirtió al estado en responsable, únicamente, de proveer servicios (agua, luz, seguridad, educación), pero le restó autoridad respecto al mercado internacional.

Pero ¿qué hace un pequeño productor cuando los precios internacionales de producción no le permiten sobrevivir y, además, no tiene los recursos para comercializar? Los sectores marginados, aquellos que no tienen acceso a créditos o a capitales para poder funcionar, han quedado desprotegidos. El libre mercado impera con la ley del más fuerte, y todos aquellos débiles, generalmente por falta de capital, quedan fuera de los beneficios.

¿Qué es la economía solidaria?

El sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein, advierte que el neoliberalismo se encuentra “como en una crisis sistémica, terminal, o incluso en caos sistémico, cambio de época o civilizatorio”. Para él, el modelo neoliberal está agotado y la reciente crisis financiera mundial lo confirma. En su ambición desbordada, las empresas que están “arriba” del estado, pueden generar crisis que se contagian a otros sectores, provocando un caos globalizado.

Por eso nace la economía solidaria, en busca de una reflexión filosófica sobre el sentido de la economía. El sociólogo argentino José Luis Coraggio, la define como una forma de producción, intercambio, consumo y distribución de la riqueza, centrada en la valorización del ser humano. Retoma “el valor de la reciprocidad”, estudiado por el etnógrafo francés Marcel Mauss y, de acuerdo con el sociólogo peruano, Aníbal Quijano, tiene que ver con una corresponsabilidad con el universo.

Sobre la economía solidaria, el sociologo mexicano Guillermo Díaz, advierte:

Es apenas un brote, pero en expansión […] se trata de un proyecto alternativo de transformación de la realidad dominante, a través de cooperativas, mutuales, asociaciones, ejidos y uniones diversas. […] En esta, la economía se solidariza y la solidaridad se economiza, y al solidarizarse, la economía se vuelve política, democrática, y se compromete con el bien común. Va más allá del acto caritativo y permite auto gestionar colectivamente la casa común, el famoso oikos aristotélico.

Entre algunos ejemplos de este modelo, podríamos mencionar la autogestión de empresas por parte de los trabajadores, el comercio justo y solidario con su marca (Fair Trade), la agricultura ecológica, el consumo responsable o crítico, y el consumo solidario, los sistemas locales de empleo y comercio (LETS), los sistemas locales y redes de trueque (SEL), los sistemas comunitarios de intercambio (SEC), los sistemas locales de intercambio con monedas sociales y los bancos del tiempo, la economía de comunión, los sistemas de microcrédito, los bancos del pueblo y los bancos éticos, los grupos de compras solidarias, los movimientos de boicots, la difusión de programas de software libre, entre otras.

En el caso de México, según Díaz “no existe en México una información estadística confiable respecto de la economía social, sin embargo se calcula que este sector comprende alrededor de 47,000 empresas asociativas solidarias, que aglutinan a cerca de 8 millones de socios”.

Los organismos representativos de la economía solidaria en México son el Consejo Superior del Cooperativismo (COSUCOOP), que desde 2010 agrupa cooperativas de producción, abasto y finanzas sociales del país,  y el Consejo Mexicano de Empresas de la Economía Solidaria (CMEES), con asociaciones civiles promotoras de la Ecosol en México constituida en 2007.

Fuente: Planetainformes

Es bastante evidente que la creación de nuevos y alternativos modelos de organización productiva emergen en los momentos de disconformidad y/o crisis social. No es casual que los países o comunidades menos privilegiadas sean aquellas que están impulsando los nuevos modelos. Las crisis sociales en general tienden a hacer los grandes hitos históricos de transformación.

 

Un enemigo

No obstante, una de las grandes estrategias que ha logrado conseguir el neo-liberalismo actual es absorber las desviaciones del sistema, cooptarlas y usarlas a su favor. En este sentido, la economía solidaria se enfrenta a un enemigo de mucha potencia y corre el peligro de ser un modelo que el sistema use para sí mismo.

Según las propuestas que establece la economía solidaria, la clave se encuentra en la confianza de los actores sociales más periféricos y que se consideran menos importantes. Allí está la astucia del sistema: devaluar la capacidad de algunos miembros.  Siendo consciente de que los procesos sociales son un entramado complejo donde interactúan distintos ejes de poder, aún queda la esperanza que la organización de los menos privilegiados puede ser la punta de lanza del cambio. No sólo en términos estrictamente financiero, sino también una nueva manera de conciencia de sí. Es decir, propicia que los actores sociales que no logran insertarse en la competitividad del mercado pueden establecer alianzas estratégicas y desarrollen su empoderamiento.


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